Por Daniel A. Darrieux.
El contenido del DNU presentado por el presidente Javier Milei apunta a desmontar la gran máquina de impedir que existe en nuestro querido país. Un conjunto de regulaciones, obstáculos, permisos, prohibiciones, privilegios, arbitrariedades, que bloquean las energías creadoras de quienes integran el sector privado productivo e inhiben la generación de riqueza. Jorge Bustamante, autor del libro “La república corporativa”, destaca que “un poder público que otorga prebendas en medio de la puja sectorial consolidó una economía sin productividad, que parece agotada”.
La esencia del DNU está alineada con la filosofía liberal de nuestra Constitución Nacional. Recordemos el grito sagrado de nuestro himno nacional: “libertad, libertad, libertad”.
Es fundamental que quienes integramos el sector privado productivo levantemos la voz, nos involucremos en la gestión del contexto, explicando los beneficios de la libertad como la única estrategia para generar prosperidad. Como señala Frederik Von Hayek, “la batalla de las ideas es la madre de todas las batallas”.
Como si el lastre del sistema intervencionista-estatista fuera poco, hay otra máquina de impedir: el kirchnerismo, que dejó un desastre económico, social e institucional, luego de haber gobernado durante 16 de los últimos 20 años. Lo primero que deberían hacer quienes lo integran es una profunda autocrítica de su nefasta gestión. El cinismo de quienes lo integran hace que esto sea imposible. Nada positivo se puede esperar de este conjunto de impresentables. Son mala gente, de lo peor que ocurrió desde la recuperación de la democracia. Nada positivo se puede esperar de ellos. Las causas de corrupción de quienes integran la secta K merecen un capítulo aparte.