La inversión extranjera y el progreso como interés nacional (1870-1914)

La inversión extranjera y el progreso como interés nacional (1870-1914)

Por Pablo Benítez Jaccod.

La exitosa “Generación del 80” del SXIX, la cual fue posible gracias a los aportes intelectuales de la ‘’Generación del 37’’, comprendió que vencer el desierto, la pobreza y el atraso material representaba el verdadero “interés material” de la República Argentina. El 1er censo de 1869 daba cifras elocuentes de los objetivos a vencer, el 78,6% vivía en míseros ranchos y el 77,9% de la población mayor de 6 años era analfabeta. Las ideas para salir de esta situación las expresó Alberdi en su libro “Bases”, que como le explicara a Urquiza “es una obra de acción”, y este conjunto de principios o plan estratégico de acción entendía que la única forma de trasladar la población y cultura de la ciudad de Buenos Aires al interior más remoto era “por el ferrocarril y el telégrafo eléctrico” que cumplirían el rol que hoy tienen en los países desarrollados, una red vial moderna, la conectividad aerocomercial (low cost) y digital. La libre navegación de los ríos posibilitaría “prolongar el océano hasta el interior” es decir, llevar a través de las hidrovías el comercio marítimo mundial. Por último, buscar la estabilidad del sistema económico local en el sistema de la política económica exterior mediante ‘’los tratados con el extranjero y libre comercio’’, aumentarían las inversiones para sacar a las provincias de su “aislamiento económico y pobreza”. 

Julio A. Roca, en su discurso de asunción como presidente de la Nación, expresó el vínculo entre estas ideas y la acción política económica. “La profunda revolución económica, social y política que el camino de hierro y el telégrafo operan a medida que penetran en el interior’’, siendo ambos elementos ‘’agentes poderosos de la civilización’’. Durante el S. XIX, los gobernantes argentinos e incluso la oposición, concebían la prosperidad y progreso como núcleo central de su visión estratégica. Las reformas político-económicas propuestas apuntaban a recibir los beneficios que se obtendrían mediante la educación, la construcción de puertos, ferrocarriles, caminos, bancos y un vínculo simbiótico con Gran Bretaña, portadora de la inversión y tecnología más avanzada a nivel global. La “cláusula del progreso” (art. 75 inc. 18 Const. Nac.), muchas veces distorsionada, instruía al Congreso a “proveer lo conducente a la prosperidad del país, […] la importación de capitales y extranjeros […] mediante leyes protectoras de estos fines y con concesiones temporales de privilegios y recompensas de estímulo”. 

Una serie de arreglos durante las presidencias de Mitre, Sarmiento Avellaneda lograron que la tasa de riesgo-país de la Argentina entre 1866-1879, medida según el diferencial de tasa en los títulos públicos argentinos y del Reino Unido, cayera 8 puntos en ese periodo provocando un boom de inversiones extranjeras inglesas y en menor parte francesas en los años siguientes. Hacia fines de 1890, la Argentina había recibido más del 50% del total de inversiones de Gran Bretaña, además de la conocida expansión de los ferrocarriles. La inversión extranjera fue crucial en el crecimiento de la tasa de industrialización de la Argentina y los salarios, siendo ambas durante ese periodo de las más elevadas del mundo. La industria creció un 6,6% anual entre 1870 y 1890, y un 8,9% entre 1890 y 1913; en contraposición, los países industriales durante esos mismos periodos lo hicieron en un 3,5% y 3,8%. A su vez, entre 1870-1913 también se produce una convergencia hacia niveles de salarios de países como Australia, Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña, siendo la Argentina el país con mayor crecimiento del PBI per cápita con una tasa media anual de crecimiento compuesto seguido de 2,50%, seguida por Canadá con el 2,2% y Estados Unidos con el 1,8%. 

Lo decisivo de la Argentina era su capacidad de atracción de Inversión Extranjera directa, el flujo fundamental de la primera globalización que tuvo lugar en 1873-1913. Este ejemplo histórico debería representar un aleccionador para nuestra actual clase dirigente, el interés nacional debe entenderse como todo lo conducente al desarrollo económico y esto significa la realización de las reformas estructurales que permitan potenciar los objetivos de la R.I.G.I. Un país descapitalizado como la Argentina, al no atraer o expulsar a la inversión directa de las empresas globales se torna irrelevante. Es por lo que la inversión extranjera directa en los términos descriptos hace al interés nacional.

(*) Licenciado en Relaciones Internacionales. Magíster en Economía. Presidente Fundación Progreso y Libertad de Neuquén y Río Negro. integrantes del ‘’Comité provincias en el plano internacional’’ del C.A.R.I (Consejo Argentino para las relaciones internacionales).